El Angulo Oscuro

D e m e    u n    P e n i q u e

martes, mayo 24, 2005

Hoy pasé por delante de la puerta del almacén de objetos perdidos. Y tuve la tentación de entrar y pedir que me almacenasen en algún oscuro rincón, quizá cerca de alguna colección de monedas antiguas, o al lado del reloj de bolsillo que perdió el abuelo. Detrás de toda la parafernalia de la vida de la ciudad, que no cesa, embaucadora, mentirosa. Quizá me gana la desgana (y algún que otro juego de palabra tonto). Ahí, escondido, detrás del baúl mohoso, detrás del muñeco de cera, siempre vehemente y enfadado, y al lado del juego de dentaduras postizas, también perdidas. "Total, quizá necesitan alguien de atrezzo para estar ahí", pensé. Alguien de atrezzo para acompañar al encargado, también de atrezzo, y al abuelo de atrezzo que ha entrado a preguntar por un reloj de bolsillo. Quizá debiera entrar un día y quedarme entre los trastos, donde se me viera, para por fin dejar de estar perdido, y que alguien me encuentre. Al menos, mientras pasen los días en el almacén de objetos perdidos, la compañía será variada, ya que las marionetas también se perdieron, los zapatos, el trombón y en definitiva, muchos pequeños trozos de vidas del resto de la gente que vive en esta oscura ciudad. ¿Qué harán los dueños de estos olvidos? ¿Qué estará haciendo ahora el abuelo del reloj de bolsillo, el señor del trombón o la abuela de la dentadura? ¿Echarán de menos lo que han olvidado? Quizá no, pensé, quizá se han quitado un peso de encima. Quizá, querían olvidar algo, y al abandonar estos objetos, también abandonaban el recuerdo. Entonces a lo mejor es bueno dejar las cosas, olvidar, y ser parte del olvido. Si mañana pasas por objetos perdidos, echa un vistazo, por si estoy entre los trastos, esperando a que alguien me encuentre...